Ser territorio. La geografía y el anarquismo

Patricia Lobo (Coord.). La Neurosis o Las Barricadas Ed. Abril 2019. 246 páginas

Nuestras ciudades, nuestros pueblos, sus calles y avenidas, sus edificios, su ordenación, su forma, sus relaciones con los vehículos, con la naturaleza y con las personas que las transitan están atravesadas por las relaciones de poder. Dicho de otra manera, la organización económica y política, es decir, el binomio, capitalismo y Estado, han construido un espacio que trata de mercantilizar y organizar o, casi podríamos decir mejor, administrar, nuestra vida actual. Esta idea no es nueva, el movimiento libertario desde sus orígenes se ha volcado en el análisis de los territorios y el resultado es que personalidades del tamaño de Élisée Reclus o Piotr Kropotkin, por citar solo a los más conocidos, han dedicado su vida a la geografía. Sus obras analizan las relaciones del ser humano con el espacio y cómo esos espacios pueden ser lugares de convivencia o de desarraigo, de comunicación o de aislamiento, de velocidad o de pausa, de consumo o de paseo, etc.

El peso de esos dos históricos personajes queda plasmado en sendos capítulos de este trabajo, si bien la obra parece ambicionar un equilibrio entre el análisis del pasado y el de nuestro presente. No es necesaria una lectura muy detallada para comprobar que “Ser territorio. La geografía y el anarquismo” es algo así como una antología libertaria de análisis del espacio cuyo contenido está compuesto por artículos clásicos de los autores mencionados; artículos contemporáneos sobre el anarquismo “clásico” y su visión y análisis del territorio, y, por último, una serie de artículos que se acercan al territorio neoliberal y sus consecuencias: descomposición de los vínculos, la vida videovigilada, la mercantilización de los espacios, etc.

Acercarse a esta obra supone el encuentro con la rica tradición cultural anarquista que, en algunos puntos, muestra visiones sobre posibles luchas, en algunos puntos, contrapuestas. Los análisis sobre la destrucción de las raíces humanas (“la corrosión del carácter” según un conocido escritor) como forma de aniquilación de nuestro ser social parecen un punto común rastreable en muchas páginas, si bien resultan más novedosas las visiones que pretenden hacer del fluir contemporáneo una virtud. La reflexión sobre nuestros vínculos resulta, hoy, imprescindible. Desvelar las herramientas que usa el poder para aislarnos, debe servir para trazar una hoja de ruta para evitarlo.

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