Texto publicado en la página web “El calendario de un desempleado”.
Ha amanecido, otro día que voy a ir a trabajar. Y voy a ir a trabajar porque yo tengo trabajo, mientras que un millón y medio de otras personas en este país no tienen. Y eso me da miedo.
Voy a ir a trabajar porque las facturas siguen sin pagar. Voy a ir a trabajar porque el alquiler está sin pagar, y la posibilidad de ser echada a la calle no es una forma de hablar. Voy a ir a trabajar y no voy a picar el billete en el tren, no porque tenga miedo al control, sino porque no tengo (dinero para pagarlo). Voy a ir a trabajar hoy también a pesar de que sé que voy a cobrar sólo una parte de mi sueldo, como miles de otros trabajadores y trabajadoras en este país. Voy a ir a trabajar aunque tengo miedo de que el dinero para el alquiler y las cuentas corrientes no me vaya a llegar. Voy a ir a trabajar a pesar de que sé que otra vez voy a escuchar lo de la paciencia que tengo que tener y lo de la situación que es difícil y lo de que no tengo que desesperarme. Además, fijo que la situación va a mejorar, basta con que tenga paciencia.
Simplemente, hace poco que cuando me despierto por la mañana tengo la extraña convicción de que nada va a cambiar. Cuando entro en el tren veo lo mismo en todos los demás pasajeros y creo que lo mismo ven ellos en mí.
Ahora no tengo miedo de quedar desempleada y de que no me llegue el dinero para el alquiler y las facturas. Tengo miedo de acostumbrarme a vivir así, tengo miedo de que todos vayamos a acostumbrarnos a vivir así.
Por eso, la próxima vez que te pregunte qué vamos a hacer, no me digas que las cosas se van a arreglar. No se van a arreglar. No me digas que tenga paciencia, porque no quiero tenerla. No trates de asustarme contándome que en todas partes es así. No me importa. No trates de explicarme por qué no nos puede pagar, no me importa. Dime que has decidido de qué lado estás. Dime si estás conmigo o con los otros.
Porque las cosas están claras. El miedo que me quieres transmitir es un arma de la patronal para mantenernos obedientes. La solidaridad entre nosotros y nuestra lucha común contra la devaluación de nuestra vida y de nuestro trabajo es nuestra arma contra los patrones, pequeños o grandes.
No pienses tú por los patrones, hay otros que se preocupan por ellos. Piensa como trabajador, piensa en tus propios intereses. Y no te dejes engañar, no coinciden con los de los patrones, son contradictorios.
Así que, la próxima vez que te pregunte, no me digas que las cosas se van a arreglar. Dime si estás con nosotros o con ellos. El resto lo podemos arreglar.
Frida, 28 años, Ática (provincia de Atenas)