El pasado mes de diciembre dedicamos algunas líneas a hablar de la situación que se está viviendo en Vallecas, especialmente en la zona de San Diego, alrededor de la avenida de Monte Igueldo, donde en el último año han proliferado los llamados “narcopisos”, viviendas o bloques enteros okupados por traficantes para la venta y consumo de drogas duras.
Tras las primeras caceroladas y las reuniones y manifestación convocadas posteriormente por la Asociación de Vecinos de Puente de Vallecas, el barrio ha seguido movilizándose y han surgido nuevas iniciativas interesantes. El pasado 24 de febrero acudimos a la primera sesión de unas jornadas en el barrio bajo el nombre “Vallekas No Se Vende” que se prolongarán, según los/as organizadores/as, al menos durante los meses de marzo y abril, y en las que se pretende analizar qué es realmente lo que está pasando en Vallecas, realizar un diagnóstico de la situación para tratar de encontrar entre los/as vecinos/as y colectivos del barrio soluciones propias a los problemas a los que se enfrentan.
En esta primera charla, “¿Por qué hay narcopisos en Vallecas?”, dos colectivos del barrio, PAH Vallecas y las Madres Unidas Contra la Droga, reflexionaron en torno a varias cuestiones fundamentales para entender el problema.
Por un lado, no se puede desvincular el problema de los narcopisos de la especulación inmobiliaria: casualmente, todos los narcopisos contabilizados desde hace unos meses en Vallecas pertenecen a fondos de inversión, a los que no les interesa lo más mínimo denunciar dichas prácticas ya que éstas contribuyen a una mayor degradación del barrio (mayor abandono de viviendas y abaratamiento de precios, que les permitirán a estos fondos continuar ampliando su cartera a precio de ganga en una zona especialmente jugosa por su ubicación -a 10 minutos andando de Méndez Álvaro y Pacífico, junto a la M30, 15minutos en Metro del centro…-). La PAH nos recordó que el problema de fondo son las viviendas vacías en manos de estos especuladores, defendiendo además la okupación como herramienta tanto para solucionar los problemas habitacionales de numerosas familias, como para combatir esta degradación del barrio.
Por otro lado, Madres Contra la Droga nos recordaron que la droga no es ni mucho menos nueva en el barrio y que nunca se ha ido, que el verdadero enemigo no son las personas adictas (que también son tus vecinos/as, hijos/as, amigos/as, etc.) ni los camellos que están en el último eslabón de la cadena y menudean por necesidad, y que las soluciones no deben pasar por el control social y policial sino por la prevención y apoyo a las personas drogodependientes.
Para terminar, la plataforma vecinal Acció Raval, procedente del barrio barcelonés del mismo nombre, expuso una situación en muchos aspectos similar aunque en un contexto diferente, así como las acciones que están llevando a cabo para tratar de hacerle frente. En la página siguiente nos cuentan un poco de todo esto en una entrevista.
Las próximas citas de estas jornadas tendrán lugar los días 10 y 17 de marzo, en el CS La Brecha y el CS La Villana respectivamente. En la primera se abordará el tema de las cámaras de videovigilancia que el Ayuntamiento ha aprobado como supuesta solución a los narcopisos, mientras que la segunda tratará el tema de las bandas latinas y la construcción del enemigo público a través de la presentación de un libro y la proyección de un documental sobre el tema (www.vallekasnosevende.org).
Vigilar y gentrificar
El pasado 16 de febrero, el diario El Salto publicaba en su página web un artículo titulado “25 cámaras para vigilar Puente de Vallecas”, en el que mostraba la ubicación prevista de las cámaras de seguridad en San Diego, en el plano que se ve en la imagen. Esta información fue extraída del informe realizado por la Dirección General de la Policía de Madrid tras la aprobación de esta medida por parte de la Junta de Distrito, con el concejal Paco Pérez (Ahora Madrid) a la cabeza. A pesar de que aún esté pendiente el visto bueno de la Delegación de Gobierno, cabe suponer que ésta no nos va a sorprender gratamente con una negativa a la propuesta.
Ya lo hemos comentado en alguna ocasión, pero lo repetiremos: las cámaras no evitan la delincuencia. La heroína sigue muy presente en el Raval al igual que el hachís en Lavapiés. Es más, si fuera cierto que las cámaras desplazan el delito, no me gustaría tener que transitar por las calles paralelas a Monte Igueldo cuando éstas estén instaladas en absoluta –y única-mente todas sus esquinas…
Pero lo que nos gusta mucho menos (más allá de lo que supone el puro control social, vivir vigilados/as en cada vez más ámbitos de nuestra existencia) es lo que sí contribuyen a conseguir las cámaras. Algo que también hemos visto muy de cerca en Malasaña hace unos años y en Lavapiés actualmente y que no es más que la culminación del proceso de gentrificación del que hablábamos más arriba. Un nuevo barrio de moda, “diverso” pero seguro (o vigilado, en cualquier caso) que atraiga a habitantes de nivel adquisitivo superior que progresivamente irán expulsando a los/as actuales.
Por eso, porque queremos quedarnos en el barrio, cuando decimos “fuera la droga de Vallecas” también añadimos: “fuera las cámaras”.