Ante los sucesos ocurridos estos dos últimos meses en Venezuela, en el que han sido continuas las protestas contra el gobierno y su consiguiente represión, queríamos obtener una opinión que se alejara del esquema ampliamente difundido de chavistas-represores vs. estudiantes-fascistas. Entendiendo que las informaciones que llegaban a nuestros oídos eran interesadas, bien difundidas por los mass media que desde posiciones liberales criticaban al gobierno, o bien desde páginas de contrainformación con posicionamientos chavistas que tildaban de fascistas a los/as opositores/as, hemos pedido a los/as compañeros/as de El Libertario que nos den su opinión sobre lo ocurrido en su tierra.
El Libertario es un periódico anarquista realizado, de manera independiente y autogestionada, en la ciudad de Caracas desde el año 1995, con la intención de de darle voz a los movimientos sociales con importantes niveles de autonomía y que estén en lucha contra el poder, ya sea del Mercado o del Estado. Uno de sus principales objetivos es <<desmontar la farsa autoritaria y demagógica de un corrupto capitalismo de Estado disfrazado de “revolución bolivariana”>>.
Su publicación, que este mes no se ha podido imprimir en Venezuela por la falta de papel en el país, así como otros artículos y reflexiones, se pueden descargar en su web www.nodo50.org/ellibertario
No había que ser un genio para pronosticar que la calamitosa situación económico-social venezolana, heredada tras 14 años de gobierno de Hugo Chávez y agravada en poco más de un año con Nicolás Maduro, estaba generando una presión conflictiva presta a estallar, especialmente cuando cesaron los desbocados incrementos del ingreso a cuenta del “oro negro” que sostuvieron hasta 3 o 4 años atrás la fantasía de un “socialismo petrolero”. Los recursos que entran siguen siendo muy abundantes, pero el despilfarro, la incapacidad, la corrupción y la voracidad de quienes gobiernan son aún mayores. Entre narcogenerales y otros rapaces con uniforme; altos burócratas que cubren todos los grados de la avidez a la nulidad; boliburgueses, bolichicos [1] y demás beneficiarios de las bondades de CADIVI [2]; la gruesa tajada de la castroburguesía [3], del Estado cubano y sus asesores en el terreno prestos a trampear; o los agentes de esas transnacionales que tan lucrativos beneficios han obtenido en sus tratos con la “revolución bolivariana”, la olla debía reventar más temprano que tarde, con la población presenciando ese show desvergonzado en el poder y padeciendo a la vez lo peor en inseguridad, desabastecimiento, crisis de servicios públicos y la inflación más alta del mundo.
Solo el descaro obsceno de la propaganda oficial, más la ceguera – comprada y/o cuasirreligiosa – de alguna izquierda autoritaria siempre presta de postrarse ante el Amado Líder de moda, han podido ver en ese cuadro que se ha agravado a ojos vistas el resultado de maquinaciones de cierto imperialismo que les cae mal (otros se ven como “amigos”). Según ese cuento absurdo, de 1999 a hoy, la economía venezolana ha sido manejada dentro de una brillante estrategia de construcción del socialismo, atención prioritaria e inmediata a las necesidades de los desposeídos, pulcritud en el manejo de fondos, y participación social masiva, activa y vigilante gracias a los órganos del “poder popular” y la “contraloría social”; siendo así, de haber algo que transitoriamente ande mal es por algún complot golpista de los yanquis y sus lacayos locales, pues en lo esencial las cosas nunca han ido mejor y el futuro por ese camino es absolutamente promisorio.
Pero desde febrero y con toda rudeza, la calle dice otra cosa porque la verdad del cuento es otra. Prácticamente en todos los centros urbanos importantes (y somos un país con poco más de 85 % de población urbana) ocurrieron protestas masivas que, contrario a lo que se ha dicho sobre “alborotos solo de burgueses y pequeño burgueses”, tienen un contenido social transversal donde hay personas de todas las condiciones, ya que de no ser así ¿cómo explicar lo multitudinario y la duración del proceso? Por lo demás, si bien en lo económico (crisis del capitalismo petrolero rentista y extractivista) está la motivación estructural del estallido, hay multiplicidad de causas para que unas y otras personas hayan salido y sigan saliendo a protestar, causas ciertamente potenciadas por la incapacidad patente de un gobierno que solo le resuelve a los “enchufados” [4], y ahora tal vez a menos de ellos porque menguan la producción y las divisas petroleras.
Es importante insistir en cuanto a que esta insurgencia colectiva ha sido y es básicamente espontanea, pues si bien hubo algunos que se la olfatearon para sacar provecho político (como Leopoldo López y su pequeño partido Voluntad Popular, o María Corina Machado), de ellos puede decirse que, si bien han logrado figuración en los acontecimientos, no dirigen a lo que se ha desatado. Incluso, es clara la ruptura en el sector que antes respondía a las líneas que venían de la oposición electoral y su Mesa de Unidad Democrática, evidenciada en hechos como la reacción de rechazo de la multitud ante Henrique Capriles y otros de esos dirigentes en distintos eventos públicos durante estas jornadas. Hay cierta correlación de eso con lo que ocurre en el chavismo, donde una base electoral que en fidelidad a Chávez votó por Maduro hace un año -compromiso que la mayoría ratificó dando el triunfo al oficialismo en las regionales de diciembre-, ahora luce indiferente ante los agitados llamamientos para que exprese visiblemente su adhesión al gobierno, de modo que los escasos actos públicos oficialistas de fechas recientes no han sido ni la sombra de lo que era corriente con Chávez vivo. Tal inacción de la masa chavista (que Maduro ha pretendido romper con una histérica convocatoria para integrarla a la represión) plantea una de las interrogantes más significativas del momento, ya que de mantenerse o de romperse en uno u otro sentido será determinante en lo que al final suceda con la actual coyuntura.
Represión desmedida es la respuesta privilegiada y casi única que, hasta el momento de escribir estas líneas, ha dado el Estado venezolano. Al parecer no tenía otra, ni todavía la tiene, al menos para remplazarla como su opción principal. En primer lugar porque económicamente está embrollado en los vaivenes del capitalismo petrolero de un modo más claro que en cualquier otra situación de los últimos 70 años; hay muchas menos posibilidades de ganar legitimidad y respaldo obsequiando migajas de la zanahoria rentista, así que solo queda repartir los palos de la Guardia Nacional “del Pueblo” y de los paramilitares que integran los así llamados “colectivos”. Ni que decir que esta vía ha traído costos inmediatos y riesgos a futuro: con los paramilitares “de izquierda” tienen los mismos problemas que con una lata llena de gusanos, es fácil abrirla y soltarlos, la complicación viene para recogerlos y/o controlarlos. En cuanto a la Guardia Nacional y la impresión de la población ante su faena de estos días, solo cabe decir que ha generado en Venezuela el florecimiento de un filón de propaganda, ánimo y conciencia antimilitarista que desde el anarquismo nos corresponderá de ahora en adelante impulsar – llevándolo más allá de la falsa elección entre “el militar bueno y el malo” -, pues estamos contra la misma existencia de los aparatos castrenses como órganos de control y represión social.
En segundo lugar, tras la experiencia de 2002 [5], el chavismo quedó con la obsesión que el principal riesgo en cuanto a su salida del poder era por vía del golpe de Estado, por lo que preparó sus mecanismos de respuesta para ello. El énfasis en armar, entrenar y coordinar a los paramilitares viene en esa línea; también la insistencia propagandística: primero hablando del “golpe de Estado económico”, luego del “golpe de Estado en proceso”, ahora del “golpe de Estado lento”, todo lo cual tiene un desmentido ridículamente paradójico cuando, en medio de esos supuestos golpes, este gobierno-víctima extiende las fechas libres del feriado de Carnaval y llama a su celebración. Así mismo, ese libreto tan trabajado y bien aprendido exigía presentar al eventual adversario como inequívocamente fascista y enfrentado a las mayorías populares, lo que por un lado encendería el apoyo explícito al régimen por parte de amplios sectores de la colectividad, mientras por el otro ganaría apoyos internacionales importantes. Pero al final los hechos, su secuencia y – no menos importante – la torpe actuación de Nicolás Maduro y su comparsa, han hecho que el aspecto represivo sea el que destaque, con el consiguiente deterioro de la credibilidad política del gobierno, que sigue invocando al Lobo Feroz de una asonada militar que nadie ve, huele o siente. Pasan días y semanas sin mostrarse la menor prueba o evidencia, salvo chismes y rumores, de una acción armada e inconstitucional de envergadura destinada a desplazarlo del mando (¡pues de eso se trata un golpe de Estado!), mientras que calificar a todo crítico o disidente como “fascista” y el anuncio de próximas “agresiones imperialistas” ya causan rubor avergonzado entre los maduristas más tímidos o discretos, en tanto que el resto de la gente lo toma como motivo de chistes que todos celebran.
Entonces, que quede claro: no está planteado en lo inmediato un golpe de Estado que signifique una ruptura decisiva con esa élite beneficiaria del régimen que se lista en el primer párrafo, pues sería absurdo que se ajusticiara a sí misma. Pese a todas las dificultades y la obtusa acción del equipo gobernante, aún quedan márgenes para que dentro del capitalismo y aplicando medidas de ajuste capitalistas con las que todos los que hoy ejercen o compiten por el poder estatal están de acuerdo, los herederos del chavismo – con o sin Maduro – podrían recuperar la gobernabilidad plena. Puede que la perorata de “socialismo”, “poder comunal” y “poder popular” siga en uso o no (es detalle menor), pero de ningún modo cabe creer que boliburgueses y “enchufados” al mando van a ir por otra ruta que no sea aquella que les conceda garantías e impunidad. Ahora, más que bajo el caudillaje de Chávez, todo apunta a que esa ruta pase por acuerdos políticos con la oposición, y en Venezuela eso significa dar acceso más amplio al maná petrolero. Ya lo hicieron con Lorenzo Mendoza [6] y con ese sector de burgueses que en estos años se olvidó de arriesgarse con la producción, para vivir ahora de las tetas repletas de CADIVI y la especulación cambiaria. También está el arreglo con los agentes financieros internacionales y los costosos socios chinos, quienes ayudarían a salir del atolladero pero imponiendo sus condiciones.
Por nuestro lado, antes de que se impongan las medidas de ajuste por venir, las rechazamos. Con esas medidas una vez más los de abajo, los de siempre, pagaremos los platos rotos, en lo que se acostumbra sea bajo el capitalismo neoliberal o bajo este capitalismo de Estado. Como anarquistas seguiremos en la lucha por impulsar alternativas reales de autonomía para las mayorías, esas que de algún modo se han anunciado en el vigor, entusiasmo e ingenio de muchas de estas protestas. Parte de esa tarea ha sido acompañar los eventos, presentar públicas evidencias y denuncias de la brutalidad represiva del Estado, así como mostrar lo que esté a nuestro alcance para entender y analizar lo que han sido estos acontecimientos [7]. Pero más importante es procurar que el mayor número de personas, en todos los ámbitos donde tengamos presencia e influencia, comience en conjunto a concebir y construir soluciones a los problemas que les afecten, que vengan de ellas mismas y no de dirigentes para quienes su máxima prioridad es el beneficio propio y de sus compinches cercanos. ¡AUTONOMíA, AUTOGESTIóN, ACCIóN DIRECTA Y SOLIDARIDAD!
Nota final: Para quien desee conocer como desde el anarquismo se han hecho análisis críticos, documentados y contundentes desmontando la farsa autoritaria y demagógica de un corrupto capitalismo de Estado disfrazado de “revolución bolivariana”, ver lo difundido desde el periódico El Libertario, cuyas ediciones están disponibles (formato .pdf) en www.nodo50.org/ellibertario, web donde además hay otros textos de interés sobre estos temas, como el libro Venezuela: la revolución como espectáculo de Rafael Uzcátegui.
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1 La “boliburguesía” es la élite que surge y lucra al amparo de la “revolución bolivariana”; dentro de ella, los “bolichicos” son cierto grupo de jóvenes traficantes que se han visto particularmente favorecidos en negocios corruptos con el Estado.
2 Organismo del Estado a cargo de regular el flujo de dólares y euros, pues en Venezuela hay control oficial en el cambio de moneda extranjera.
3 Nombre que se da a la clase capitalista que está surgiendo en Cuba en el actual proceso desde un capitalismo de Estado a un capitalismo con dominio de la empresa privada.
4 Nombre popular para todos los que se enriquecen bajo la “revolución bolivariana”.
5 Referencia al fracasado intento golpista, con participación de algunos mandos militares, para sacar a Chávez del poder en abril de ese año.
6 Cabeza del grupo Polar, principal – y casí único – gran consorcio industrial privado de propiedad local que hoy opera en Venezuela.
7 Ver testimonios de esta labor en http://periodicoellibertario.blogspot.com, en www.facebook.com/ellibertario y en la cuenta Twitter @pelibertario.