El pasado 2 de marzo, Yvan Colonna, preso político corso, sufrió un grave ataque por parte de otro preso en la prisión de Arles, una ciudad situada entre Montpellier y Marsella. Diecinueve días después, el 21 de marzo, su entorno familiar informaba de su muerte.
Tras conocerse la agresión, se desencadenaron fuertes movilizaciones sociales, impulsadas por la juventud y el movimiento estudiantil, contra la política penitenciaria impuesta a los presos corsos a la que señalan como responsable directa del fallecimiento de Yvan Colonna. Los militantes políticos corsos encerrados en prisión son catalogados con el estatuto penitenciario DPS (Detenido Particularmente Señalado), equivalente al FIES en España, que, entre otras cosas, impide el traslado de los presos a la isla de Córcega. Yvan Colonna llevaba casi 20 años en prisión, pidiendo de forma reiterada su traslado, pero el Estado francés, al igual que el español, utilizan la dispersión, una de las más evidentes expresiones de venganza institucionalizada, para profundizar en el castigo.
Al día siguiente de la agresión, se convocó la primera gran manifestación organizada por colectivos estudiantiles, pero son los trabajadores portuarios y marineros quienes realizan la primera protesta con cierto eco al bloquear el puerto de Ajaccio ante la noticia de la llegada de un barco con policías franceses. El comunicado expresaba lo siguiente: “No aceptamos la decisión de enviar fuerzas represivas ante el gran enfado de nuestro pueblo, y se la hemos manifestado a la dirección de la empresa que actúa únicamente por motivos económicos”.
Durante esta primera semana, los jóvenes se manifiestan de forma reiterada tras la convocatoria de una huelga en todos los niveles educativos, distanciándose de las fuerzas políticas nacionalistas centradas en la vía institucional. Las protestas se suceden día tras día hasta altas horas de la noche. Los enfrentamientos con la policía son una constante así como los ataques a la administración francesa, como al palacio de justicia y a las comisarías, y al poder financiero, siendo destrozadas varias sucursales bancarias. El domingo 13 de marzo, una gran manifestación de 12.000 personas recorre la ciudad de Bastia. Desde la tarde se vuelven a repetir los enfrentamientos entre policías y manifestantes así como los ataques con cócteles molotov a una comisaría próxima.
Tras estos primeros días de movilizaciones, el gobierno francés de Macron retiró, unos días antes de su muerte, el estatus de preso especialmente peligroso a Yvan Colonna y a otros dos presos corsos, Pierre Alessandri y Alain Ferrandi. Además, el ministro de Interior declaró que el gobierno estaba listo para comenzar a negociar una reforma de la autonomía de Córcega.
Córcega es una isla de fuertes contrastes sociales. Mientras uno de cada cinco corsos vive por debajo del umbral de la pobreza, y el PIB y el salario medio son más bajos que los de cualquier región de la Francia metropolitana, no para de multiplicarse el número de multimillonarios en la isla. Esto ocurre porque la isla alberga mansiones y residencias veraniegas de muchos ricos franceses. Como en otros lugares, el turismo genera una gran miseria para la mayoría de la población pero un gran beneficio para unos pocos empresarios, causando además un considerable impacto medioambiental en la isla. Por este motivo, una petición histórica de los movimientos políticos corsos es la creación de un “estatus de residente” en la isla que obligue a vivir en Córcega para ser propietario de una vivienda, una medida destinada a frenar la especulación inmobiliaria y el turismo vacacional. Pero no solo la desigualdad social ha sido una de las llamas que ha prendido la revuelta, también lo ha sido el hartazgo ante la constante acción centralista y homogeneizadora del Estado francés contra las culturas periféricas. El pasado 21 de mayo de 2021, el Tribunal Constitucional emitió una sentencia contraria a la inmersión lingüística en cualquier idioma distinto del francés en todo el territorio de la República, cerrando las puertas al uso oficial y educativo de la lengua corsa.
Este breve artículo ha sido escrito el mismo día en que se conoció la muerte de Yvan Colonna. Las protestas y la rabia contra los representantes y símbolos del poder francés seguramente volverán a recuperar, e incluso superar, la intensidad de los primeros días de marzo. La determinación del pueblo corso para exigir justicia para Yvan Colonna, la amnistía de los presos independentistas y su autogobierno, ha quedado ya patente.
El Estado francés, como cualquier otro, se sostiene a través de la violencia institucionalizada que contra los disidentes y revolucionarios se manifiesta a través del encierro, la violencia, la tortura y la muerte. Yvan Colonna pasó un tercio de su vida encarcelado y lejos de su tierra. Como decía un comunicado hecho público este mes, «solo el equilibrio de poder puede lograr las justas demandas de un pueblo que solo pide existir», solo la movilización y el poder popular pueden lograr escribir la palabra justicia junto a su nombre.